martes, 7 de abril de 2015

Experiencias de Cinito I: Sudar por la velocidad

Breve (o no tanto) nota introductoria:

Se siente extraño escribir sobre otra cosa que no sean temas relacionados a mi labor diaria. Es aún más extraño volver a hacerlo de repente después de más de un año de no aprovechar este espacio que abrí hace casi seis años y hacerlo con la libertad que a veces mi distraída o muy activa mente me dice que lo haga, pero hoy regreso con nuevos (¿?) bríos a escribir cuanta tontería aleatoria invada mi mente.

En esta ocasión y para este regreso nada triunfal, inauguro una sección llamada Experiencias de Cinito, o a las que hay que conocer como: "este güey se quiere lucir escribiendo de temas de los que no sabe, pero nada más quiere presumir que fue al cine y nos quiere spoilerear la película"; pero eso anterior es muy largo para escribirlo como título y tuve que recurrir a tres simples palabras.

Para ya no hacerla tan larga, mejor vamos a la esencia del post, con la firme promesa de que ahora sí, ya no voy a descuidar tanto este sitio de profunda reflexión personal.

Sudar por la velocidad

Para bien o para mal, en las carteleras de su complejo de cine más cercano está rompiéndola la séptima entrega de una saga completamente dedicada al sin sentido físico más elemental, pero que está llena de coches veloces, batos musculosos, explosiones, mujeres más rudas que el homie más rudo del barrio que te respalda y una carga sentimental alta en bromance: Rápidos y Furiosos 7.

Rudos del jet-set a sus órdenes
Y bueno, como todo buen amante de lo que está de moda, no podía quedarme sin saber qué más tenía que ofrecer esta banda que en la entrega anterior pudo contra coches con motores de F1, un tanque de guerra y que con un simple Jeep, un Seat y un Mitsubishi pudo darle en la torre a un avión del tamaño de dos o tres colonias juntas.

En fin. La experiencia de este, su seguro y pretencioso relator, se dio este pasado domingo 5 de abril, dos (¿o tres?) días después del estreno. El lugar, Cinépolis de Centro Magno, en Guadalajara. La hora: 19:30. ¿Cómo llegué? Mejor no entrar en detalles. Boleto en mano, la obligada visita a la dulcería tuvo para mi una grata sorpresa: ¡por fin hay unifila en este complejo! Primer manifestación de felicidad en mi ser. Tras comprado el caro menaje con el que posteriormente me atascaría en la sala, era hora de entrar a la función.

Craso error llegar a un complejo media hora antes de que inicie la función. Bueno, consigues buen tiempo para comprar tus porquerías, pero cuando el proceso es tan rápido, la entrada a la sala se restringe. Todo gracias a lo cerdos que fueron los anteriores espectadores. Este fue el caso, al esperar 10 minutos (¡10!), con bandeja de chucherías en mano, frente a la empleada que me iba a cortar el boleto. Primer manifestación de molestia en mi ser.

Una vez dentro, me aposé sobre el asiento en el que confiaba no estaría rodeado por nada ni nadie. Inocente yo. Tras la obligada escucha del repetitivo "La Radio en el Cine", las butacas a mi alrededor comenzaron a poblarse y mi plena comodidad se vio comprometida. Todo se fue al carajo cuando una familia de 13, entre adultos y niños (¡niños menores de 11 años!) se sentó en la fila de atrás. Segunda manifestación de molestia en mi ser.

La segunda venida de mi apocalipsis personal estaba cerca. Me vi rodeado por 2 parejas, una a mi izquierda, otra a mi derecha. Y la miel que brotada a mis costados terminó por embarrarme. Tercera manifestación de molestia en mi ser.

Lo que salvó el momento, gracias a alguna fuerza benévola que emana del cácaro de la sala, fue la proyección del tráiler de Avengers. Más de uno (me incluyó) tuvo un orgasmo en seco. Segunda manifestación de felicidad en mi ser. Lo anterior y lo seguido resultó irrelevante, desde la retahíla de comerciales estúpidos hasta el tráiler aún más estúpido (y de paso con mala calidad de sonido) de una película producida por el a otrora galán (y drogadicto) de telenovelas juveniles, ahora convertido y célibe cristiano, mejor conocido como Eduardo Verástegui.

Después del enésimo comercial tonto, y tras 46,164,594,155,861 minutos esperando que la película comenzara, se nos dio el gusto de que el logo de Universal Studios cubriera toda la pantalla y que el show comenzara.

A continuación, me ahorraré toda la palabrería para describir detalladamente la película. Además no tengo buena memoria para irme paso por paso de cada escena que vi. Así que solamente pondré algo de lo que me acuerdo y que esta película me hizo pensar, en una lista sencilla.

- A cada secuencia de acción que transcurría, una me hizo sudar más que la anterior y así sucesivamente. Cada situación es tan pendeja y absurda, que al momento de verla crees que sea posible, de ahí que la adrenalina (al menos en mí) se haya disparado.

El derroche de testosterona compensa la calvicie.
- Cada coreografía de peleas es tan detallada y bien montada, que varios seguramente se convencieron de que con saber andar en las calles aprendías a pelear así.

- A 'The Rock' y Jason Statham #NoLesHaceFaltaVerMasBax.

- No he visto la serie completa, las primeras tres no las vi, pero para aquellos que sí, no saldrán decepcionados de un cameo.

- También a las que se derriten por cierto artista de bachata se les da gusto, aunque sea por 15 segundos.

- El morbo que se tiene por saber qué escenas se filmaron después de muerto Paul Walker también se satisface, es muy fácil darse cuenta cuando ya no había más un real Bryan O'Conner.

- El final es sumamente conmovedor, cerca estuvo de deslizarse una que otra lágrima por mi mejilla.

Tu rostro digital casi me hace llorar.
Conclusión a la experiencia: Soy un junkie de las películas de acción. Entre más ridículas, imposibles e irreales sean las secuencias, más disfruto y gozo como enano de una película de ese tipo. Furious 7 consiguió que eso pasara.

También, salí de la sala 2% menos inteligente que a como había entrado, no creo recuperar eso perdido, pero siento que salí más que satisfecho. La prueba es que de inmediato me puse a googlear el nombre de la chica que le da vida a Ramsey.

Lo bueno: Los 130 minutos que dura esta cosa. Incluído Kurt Russel, aunque su personaje me haya parecido hiper mamón.

Lo malo: El nefasto señor que se la pasó diciendo ¡ah perro! a lo largo de toda la función.

Fin.



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